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En todo disco de Moonsorrow hay siempre algo nuevo. Supongo que cada vez es más difícil lograrlo, y quizá sea esa la razón por la que les llevó tanto tiempo completar el que ahora nos ocupa (en varias entrevistas comentaron que tuvieron que hacer borrón y cuenta nueva un par de veces), pero al final lo consiguieron: en Jumalten aika añadieron una faceta chamánico-primitiva a su música que nunca antes habían tenido. Pantanosa, incluso. El concepto también es un poco inesperado, porque tras tantos años intentando desprenderse de la etiqueta «vikinga», ¿quién iba a pensar ahora que se meterían en la mitología nórdica? Aun así, lo que relatan no son batallas, sino que lo enfocan más bien desde un punto de vista filosófico. La primera canción es «La edad de los dioses» y la última es «La edad de los hombres»; las del medio son «El bosque de la plagua» y «La hora del lobo», que no sé a qué se refieren, y «Mimisbrunn», el pozo de Mimi, al que Odín echó uno de sus ojos para adquirir la sabiduría. Lo que sí llevan tiempo avisando es que el componente de black metal iba a ser muy notorio en el nuevo disco. Sinceramente, no estoy muy de acuerdo con eso: no me parece que haya más black metal aquí que en «Karhunkynsi» (2005) o en la más reciente «Kuolleiden maa» (2011). Quizá la producción sea más fría, pero la composición es demasiado Moonsorrow para ser muy black. Y lo digo como amante de ese género.
Vamos al grano, que es bueno y abundante. El principio del disco es el primer tráiler que ya habéis escuchado todos: un coro chamánico-primitivo (¿veis?) seguido de la repentina entrada de la banda completa, con una melodía de ritmo machacón. La inicial «Jumalten aika» es muy directa, y a pesar de durar casi trece minutos no tiene excesiva complejidad, sino que se va desarrollando de manera bastante lineal y sin grandes contrastes, aunque sin caer en la repetitividad, porque de desarrollos esta gente sabe un rato. Es una canción totalmente idónea para el directo; me juego un codo a que va a abrir todos o casi todos los conciertos de los próximos meses o años. Con esta canción ya me di cuenta de que de tanto black metal nanay, aquí hay montones de elementos melódicos del Moonsorrow de siempre e incluso bastante alegres en varios momentos, aunque también hay espacio para la agresividad ocasional.
Mediante una transición que no pude oír (malditas promos digitales) llega «Ruttolehto», que es la que más me llamó la atención las primeras veces que escuché este trabajo, y cuyo riff principal fue el germen de todo el disco. Empieza retomando el carácter de la canción anterior, pero luego va derivando, entran partes diferentes y se sumerge en la complejidad que ya parece que estaba tardando en llegar. Esta no sé si la tocarán en directo, o si lo hacen tendrán que cambiarle unos cuantos arreglos, porque hay dos fragmentos bastante largos que son muy atmósféricos y que contienen partes de voz chamánica a cargo de Jonne Järvelä (el de Korpiklaani); acompañadas de unos coros preciosos, por cierto. Coros preciosos hay por todo el álbum, en realidad, pero estos molan más que el resto. Aunque reconozco que soy un poco fanboy de los coros: da igual qué grupo seas, si metes coros ya tienes mi interés.
Pienso que este nuevo trabajo de Moonsorrow puede dividirse en dos partes. La primera está constituida por las dos primeras canciones, más o menos directas y con ese toque chamánico que ya hemos mencionado varias veces. Luego, a modo de interludio divisorio de siete minutos, está «Suden tunti», un tema más raro que un perro verde: la primera mitad recuerda a la ídem de «Karhunkynsi», ritmo machacón y casi marcial, pero luego cambia a un pasaje atmosférico y arrastrado bastante curioso. ¿Conoces los tebeos de La cosa del pantano? Pues si tuvieran banda sonora sería algo similar. Un poco fea, a mi parecer; no acaba de convencerme. Para este tema grabaron un vídeo que tengo bastante curiosidad por ver. El que más se prestaría a ser videografiado es «Jumalten aika», pero nadie espera que Moonsorrow tire por el camino obvio, ¿verdad?
La segunda parte del álbum es lo que yo llamaría «el Hävitetty en pequeñito». Son dos canciones de dieciséis minutos cada una, «Mimisbrunn» e «Ihmisen aika», que encajan muy bien juntas, tienen una atmósfera más similar entre ellas que ambas respecto al resto del disco (aunque de ningún modo están fuera de lugar), y me atrevería a decir que alcanzan unos niveles de complejidad y desarrollo comparables a los del álbum del 2007 con el que conocí al grupo. Una preciosidad, una auténtica maravilla, sobre todo la última, y sobre todo todo, la melodía y el coro del final. Eso va a ser un momento apoteósico en los conciertos, no sé si desbancará a «Sankaritarina» pero a esa altura va a llegar seguro. Conste, por cierto, que menciono Hävitetty por la complejidad, pero por lo demás no se parecen tanto: estas dos nuevas canciones no son tan atmosféricas, sino un poco más agresivas, incluso con alguna parte pesadota al estilo de «Tähdetön», del disco anterior. Si tuviera que poner pegas, sólo diría que hay algún que otro blastbeat que parece un poco metido con calzador; y que la voz raruna del final estropea un poco el buen rollo que da la mencionada melodía, creo que un fade out quedaría perfecto. Esta gente debería aprender técnicas de composición de mí, en serio. Al mismo tiempo entiendo que no está pensada como cierre de la canción sino del disco, pero yo qué sé, me corta un poco el rollo.
En resumen, con Jumalten aika tenemos un álbum tan oscuro como los tres anteriores, ni más ni menos; con una primera mitad relativamente directa a la que enseguida se le coge el gusto y una segunda mitad más compleja, que tarda más en entrar pero que, una vez que consigues adentrarte en ella con comodidad, tiene muchísimo que degustar, está llena de matices y evoca gran cantidad de sensaciones. En otras palabras: que si te gusta el Moonsorrow de los últimos doce años, ya lo puedes ir encargando. Lo que me pregunto ahora es qué se les ocurrirá la próxima vez. Hasta Hävitetty, cada disco era una sorpresa, por una razón u otra; pero cada vez es más difícil sorprender, y no creo que volvamos a ver un salto estilístico como el que hay entre Voimasta ja kunniasta y Kivenkantaja, mucho menos como el que hay entre este último y Verisäkeet. Por otra parte, ¿sería necesario? A estas alturas parece que ya encontraron un camino en el que se sienten cómodos, y aunque ya no den saltos de rana, nunca dejan de incorporar ideas nuevas. Lo del chamanismo y la pantanosidad son elementos que tampoco inundan todo el minutaje, pero se hacen notar y nunca antes los habíamos visto. O sea que mi pregunta sigue en el aire: ¿qué será lo proximo? Espero que tardemos menos de cinco años en averiguarlo.
Oh, y otra cosa: no voy a decir en qué parte del disco están las campanas, pero lo petan. Lo puto petan. De verdad. Momentazo.
Dice Henri que eso no son campanas, sino un plato y una guitarra acústica que suenan a la vez. Me la pela, será un fallo de Matrix, suenan a campana. Qué coño sabrá él, además, si ni siquiera recibió la promo.
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